Reconocer nuestra aportación en el conflicto nos exige comenzar a actuar. Por eso es más cómodo echarle la culpa a otro.

Leí una vez que es conveniente no utilizar la palabra culpa al trabajar nuestros conflictos (que no problemas). Proponían el uso de la palabra aportación porque no tiene connotación ni positiva ni negativa.
En culpa, hay una aportación siempre negativa, generalmente del otro. Una aportación es una palabra neutra. No podemos ponernos a la defensiva con ella.
Un ejemplo. Supongamos que nos preocupa el absentismo en mi organización (empresa, oficina, asociación, falla…).
Como jefe, coordinador o presidente, puedo echarle la culpa a que el trabajador es un vago, o a que ahora “la gente joven” tiene poca responsabilidad, o a que la nueva novia de mi socio no le deja pensar.

Si le “echo la culpa” al co-laborador no puedo hacer nada, es cómodo. Más cómodo aún si se la echo a la novia de mi socio, o al médico de la mútua.
Si contemplo la situación desde un punto de vista de aportaciones, mi aportación existe. Y a partir de ahí podré plantear líneas de acción para mejorar la situación (el lector atento verá que no he dicho: “soluciones para atacar el problema”, he escrito “líneas de acción para mejorar la situación” ).

“Yo sé quien es el culpable de todos los problemas” es una frase que encontré una vez en un test psicotécnico. Un amigo sicólogo me dijo que me sorprendería la cantidad de gente que ticaba “completamente de acuerdo” a esas preguntas.

Y es que, en realidad, echarle la culpa al otro, es lo más cómodo. No sólo porque nos exime de toda responsabilidad sino que además no nos exige hacer nada.




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