Desencuentro Investigador entre la Universidad y la Empresa

Estoy intercambiando correos con un profesor-alumno. Es un profesional, que tras años de experiencia, quiere reincorporarse a la Universidad, y ha decidido realizar la tesis doctoral, con el objetivo de aportar a la universidad su bagaje de conocimientos y experiencias.

Textualmente se queja de “que se desprecian por parte de las universidades españolas las potenciales aportaciones de interés que podríamos hacer personas con mi perfil: personas que vuelven a la Universidad tras años de experiencia profesional, con un conocimiento profundo de la empresa, y sin haber dejado de actualizarse“.

Ciertamente eso ocurre. Pero hay que reconocer que el desprecio es mútuo, y se expresa de manera explícita e implícita en el citado párrafo.  El “experto de empresa” que viene a “aportar” no piensa que es un alumno al que la Universidad le va a aportar algo. Al contrario, él viene a enseñar, a aportar. Y así es difícil aprender a investigar.

Es evidente que nadie en la empresa privada española contrataría a alguien con 20 años de experiencia investigadora en el área de organización de empresas. Más aún, nadie en la empresa española contrataría a alguien si ha defendido una tesis doctoral. Por si acaso.

Y a la recíproca la Universidad Pública Española no tiene un lugar para ese tipo de perfil. El profesor asociado (más allá de lo que diga la ley) es simplemente mano de obra barata que sirve para llegar donde no llegan las plazas de funcionarios y tiempos completos. Y a estos últimos se les exige experiencia investigadora.

Como investigador, el profesional no tiene mucho que aportar a la ciencia. Su experiencia es similar a la que tienen miles de personas en el mundo. La experiencia no es la madre de la ciencia (en todo caso sería la demencia). La madre de la ciencia es la reflexión y la validación mediante muchas experiencias, y no sólo la suya particular.

Y sí. Sus conocimientos son útiles para él, y podrían serlo para algunos de sus alumnos. Y su reflexión teórica sobre su trabajo práctico. E incluso podría ser útil que la universidad española reconociera algún tipo de doctorado de segunda, tipo DBA, a través del cual el alumno-experto volcara su experiencia de un modo ordenado. Esto ayudaría al “investigador profesional” a acumular decenas de experiencias, que le permitan generar tesis doctorales de primera.

Pero supongo que ahora mismo estamos un poco lejos de eso en las universidades españolas.

Igual que estamos lejos de que las empresas españolas contraten a un doctor por el hecho de serlo.

Principio de reciprocidad se llama a eso en Derecho Internacional. Una pena.




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