Las fallas como escuela de aprendizaje.

Recientemente he estado envuelto en tres situaciones conflictivas en diferentes ámbitos, desde algunos más lúdicos (fallas) hasta otros más aparentemente serios (empresas y cosas así).

Como este es un blog con un contenido más profesional, voy a hablar del más lúdico: las fallas. La mayor parte de la Humanidad no conoce las fallas. Ni siquiera la mayor parte de los valencianos Probablemente no llegue a las 100.000 personas las que conocen cómo funcionan las fallas por dentro. E incluso los que creen conocerlas, conocen sólo la suya,

Pongo en situación: Unos señores, unidos por vínculos de lo más variopintos, se reunen y acuerdan «plantar una falla» en el medio de una calle, para quemarla el día 19 de marzo. Pero las fallas son barrocas, más bien son rococó. Si es posible siempre se hace más. Y cuanto más gente hay en una comisión más cosas se pueden hacer. Y se hacen campeonatos de truc, se escriben libros, se hace teatro, programas de radio, concursos de playbacks, campeonatos de paellas….

Con buena voluntad todo el mundo tiene algo que hacer. Y se lo puede pasar estupendamente. Y si no te gusta lo que hay puedes ir a buscar otra. O crear la tuya propia.

Pero las fallas tienen un problema característico de muchas organizaciones: solo hay un sitio de presidente.

Siempre digo que la lástima no es que las fallas no funcionen como una empresa, la lástima es que demasiadas empresas funcionan como una falla.

Por eso propongo a todo el que pueda que se pase dos o tres años en una comisión fallera. Aprenderá cosas que luego le servirán en la vida menos lúdica.

Y una de ellas es la diferencia entre comportarse como la orquesta del Titánic o como los hijos de Witiza.

 

 

 




Comments are closed.