Los beneficios en las instituciones que no pueden tener beneficios
¿Qué es el beneficio?. Una visión bastante reducida de la vida nos dice que es la diferencia entre los ingresos y los gastos.
En nuestra pequeña y distorsionada visión del mundo, dominada por el capitalismo , no se concibe una empresa sin un objetivo de beneficios.
Pero, afortunadamente, una empresa es “Acción o tarea que entraña dificultad y cuya ejecución requiere decisión y esfuerzo” y el mundo no sólo se debe ver bajo la óptica del más duro capitalismo.
Hay instituciones, muchas, que no pueden tener “beneficios”. Por ejemplo la Administración Pública, las asociaciones sin ánimo de lucro, fundaciones…
Dado que no pueden tener beneficios un presupuesto adecuado debiera intentar que sus ingresos fueran iguales a sus gastos. Pero, desafortunadamente, las previsiones de ingresos y de gastos son sólo previsiones, y además tienen “calendarios de ejecución” diferentes, que originan desfases.
¿Qué ocurre cuando los ingresos son mayores que los costes de manera sostenida o cuando los tiempos de ingresos y gastos se desacoplan?
En ese momento aparece el innombrable en la acción social: los beneficios económicos.
Pero, qué hacer con ellos, si por definición: “No puede haber beneficios”.
Maldito superávit.
El gestor que lo ha provocado se enfrenta a una pregunta terrible: ¿qué hacer con el resultado de mi gestión: “el exceso de dinero”?
Se le abren, en el momento de plantear el presupuesto del año siguiente, dos opciones: Reducir las entradas (ingresos) o Incrementar las salidas (gastos).
Descartando la opción de reducir las entradas, el incrementar las salidas se puede hacer de dos modos. Incrementar los gastos corrientes o Invertir.
Veamos el siguiente ejemplo:
Supongamos que tenemos un gerente de una asociación sin ánimo de lucro con un sueldo y que la asociación cumple su función en un local alquilado.
El gestor (un buen gestor que ha generado diferencias positivas de caja) llega al final de año.
Al plantear el presupuesto del año siguiente, previendo que tendrá los mismos ingresos que este año el buen gestor debe decidir entre subirse el sueldo, contratar más personal para que le ayude o comprar el local en el que trabaja la asociación.
Si propone la contratación de más personal (o se sube el sueldo que también sería razonable pues el beneficio es el resultado de su buena gestión), se ha resuelto el problema original: Los beneficios.
Si utiliza el beneficio obtenido para comprar el local en el que trabaja, lo que también es muy razonable, se ha resuelto también el problema original: los beneficios.
Pero el efecto en los años siguientes sí es diferente.
Si se mantuvieran los ingresos no pasaría nada, pero si hubiera una caída de los mismos incurriría en pérdidas… y eso sería un problema que debiera resolver buscando más ingresos (por ejemplo exigiendo subvenciones) o despidiendo personal ( lo de bajarse uno mismo el sueldo es para casos extremos).
La inversión del superávit en comprar el local implica que el año que viene no habrá que pagar alquiler.
Y por ello, si no hay caída de ingresos, puede que la diferencia entre ingresos y gastos sea mayor el año que viene. Y tendrá que volver a tomar la decisión de invertir que le podrá generar más superávit (recordemos que los beneficios no pueden existir), y por tanto conducirá a mayores inversiones (y vuelta a empezar).
El resultado de la decisión de invertir (en inversiones productivas) será el crecimiento en la actividad.
El resultado de la decisión de incrementar la masa salarial es poner en riesgo la capacidad de sobrevivir.
Corresponde al órgano rector decidir cual es el camino que se quiere seguir (estrategia).
Corresponde al buen gestor ejecutar la estrategia convenientemente.
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Hay instituciones (empresas en un sentido muy amplio) que pueden ser “gestionadas” sin el ánimo de generar beneficios para el emprendedor, empresario o promotor…
Es el caso de administraciones públicas, empresas de carácter social, fundaciones o asociaciones sin ánimo de lucro…
Estas “instituciones” también se “gestionan”. Mejor o peor, pero se gestionan. Y nuestro esquema capitalista de “beneficios” no debe hacernos creer que no se deben gestionar bien. Lo que incluye la decisión implícita o explícita de qué hacer con los “beneficios” que deberían existir si no queremos poner en riesgo la institución.
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Concluyo con un ejemplo vivido que tantos años después me sigue dejando noqueado.
Yo he visto con mis ojos y escuchado con mis oídos, cómo se acusaba a un gestor de una organización pública de “poco-menos-que-prevaricador” porque NO gastaba lo suficiente.
Según el “reprochador”, mi amigo el “poco-menos-que-prevaricador” no estaba haciendo un uso adecuado del dinero que se ponía a su disposición si en lugar de “gastarlo” lo ahorraba. Porque “si no necesitas dinero lo dices y el año que viene te asignaremos menos”.
Así vamos.
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